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Nadie se baña dos veces en el río Cauca

por Redacción BL

Los tiempos del 'Cali-balismo' y la envidia provinciana son tiempos pasados que le pertenecen a Caín.

El próximo 25 de julio Santiago de Cali celebrará dos acontecimientos importantes. El primero es de carácter histórico y se trata de su cumpleaños número 477 después de que don Sebastián de Belalcázar, en su travesía desde la ciudad Quito, vino arrasando pueblos indígenas y fundando ciudades hasta que llegó al Valle bañado por el río Cauca. El segundo acontecimiento es deportivo y tiene que ver con la realización de los Juegos Mundiales.

De la epopeya sangrienta de Belalcázar a los Juegos Mundiales ha corrido mucha agua debajo del puente de Juanchito. Ha pasado agua fresca, agua turbia y agua podrida. La ciudad ha sufrido muchos cambios y transformaciones; ha contado con sus periodos de esplendor y con sus momentos oscuros y decadentes.

Quizás uno de sus periodos de mayor auge en la ciudad lo marcó el deporte, con los VI Juegos Panamericanos donde se destacaron deportistas como Olga Lucía de Angulo, ‘Cochise’ Rodríguez y Diego Henao.

Transcurría el año de 1971. Cali era aún una pequeña villa que no pasaba de un millón de habitantes, y se caracterizaba por su alegría, su civismo y sus sueños de convertirse en una ciudad moderna.

El fantasma del narcotráfico y la corrupción política que años más tarde se tomaron al país, eran solo eso: un espectro lejano que a la gente ni le pasaba por la cabeza; entonces el pueblo caleño vivía feliz disfrutando los triunfos de Olga Lucía, bailando los discos de Richie Ray y festejando los goles de cabeza que hacía Jorge Gallego con el Deportivo Cali (en aquel tiempo, la ‘Mechita’ como se le llama cariñosamente al Club América, vivía en el infierno compartiendo los últimos lugares con el Deportes Tolima).

Como dice el poeta Eduardo Carranza, en aquellos años Cali era un sueño atravesado por un río, que tenía buenos alcaldes, contaba con dirigentes gremiales con sentido social, y con ciudadanos civilizados.

Pero este sueño un día se derrumbó debido a las tres plagas que han azotado a la ciudad latinoamericana: el narcotráfico, la corrupción, y su crecimiento caótico y desordenado.

Hoy, felizmente, ad portas de los Juegos Mundiales, Cali está cambiando. Después de una ola depresiva que duró una década, la ciudad comenzó a levantarse a partir de la administración de Jorge Iván Ospina cuyo secreto consistió en reconstruir el puente roto que se había perdido con el pueblo caleño. El éxito de Ospina no es tanto el proyecto de las megaobras y el sistema de transporte masivo –MÍO– que con seguridad, le están cambiando la cara a la ciudad; su mayor logro radicó en reanudar el diálogo y la confianza que el pueblo había perdido con las administraciones anteriores.

Dentro de un estilo más pausado, la administración actual del doctor Rodrigo Guerrero ha sabido darle continuidad a los proyectos que dejó en marcha Ospina; haciendo caso omiso al espíritu belicoso y revanchista que muchos agitan, solo para ver una ciudad dividida y fragmentada.

Los Juegos Mundiales no tienen el nivel y la categoría de los Juegos Panamericanos, pero son un excelente escenario para que la ciudad se piense, vuelva a tener la confianza perdida, y empuje como un solo hombre hacia un futuro mejor.

Los tiempos del ‘Cali-balismo’ y la envidia provinciana son tiempos pasados que le pertenecen a Caín.

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