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Padre de menor que murió tras ser atropellado por un TransMilenio, no aguantó el dolor y se suicidó

por Redacción BL
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El domingo, a las 9 de la mañana, Jorge Ándrés González dio por terminado su dolor.

Abogado de profesión y con 53 años encima, se encerró en su oficina -que queda en su propia casa-, sacó un revólver y se disparó.

Ángelo, su único varón, fue atropellado por un TransMilenio, el miércoles pasado, después de terminar la jornada en el Colegio Nicolás Esguerra.

La ausencia de aquel muchacho, que apenas estaba entrando en la adolescencia, tenía al padre de familia sumido en una profunda depresión.

«Mi papá lo adoraba mucho porque veía reflejada su vida en él. No aguantó la ausencia de Ángelo», contó Andrea, una de las dos hijas del abogado.

Andrea le dijo a EL TIEMPO que después del fatal accidente el estado de ánimo de su padre era preocupante.

El sábado, Jorge Andrés y su esposa, María Huérfano, almorzaron fuera de casa y recordaron los momentos felices vividos con su hijo, el menor de tres hermanos.

Horas después del suicido, justo a las 12 del día, amigos, familiares y estudiantes del Colegio Nicolás Esguerra iban a celebrar una misa en la parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes, en el Ricaurte, en memoria de Ángelo y de José Miguel Rojas Sánchez, el otro joven que murió arrollado por el articulado.

‘Eso era pecado’

Jorge Andrés González era abogado penalista de la Universidad La Gran Colombia.

Su oficina quedaba en el segundo piso de un edificio gris ubicado en la zona industrial de Puente Aranda.

En ese lugar el hombre dio por terminada su existencia. Allí, también vivía con su familia desde hace más de 15 años.

Para Andrea, el suicidio de su padre se le hace muy raro. «Mi papá nos decía que eso era pecado».

Sobre el arma de fuego con la que se quitó la vida el penalista, su propia familia afirma que él la tenía para cuidarlos de cualquier peligro.

Minutos después del hecho, una de las hijas de la víctima llamó a una ambulancia para tratar de salvarle la vida a su padre; sin embargo, el hombre llegó sin signos vitales a la Clínica de Occidente.

«Yo lo distinguía desde hace 14 años. Pasaba por aquí y me saludaba cordialmente. Al pelao lo conocí cuando era un niño», contó Eduardo Beltrán, un celador de una fábrica de blindajes ubicada diagonal a la casa de la familia González.

El cuerpo del abogado fue llevado a Medicina Legal y en la tarde del domingo  era velado en la Funeraria Gaviria de la carrera 13 con calle 43.

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