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Países que protagonizan el nuevo boom petrolero de América Latina | Colombia | Infraestructura | Economía

por Redacción BL
Países que protagonizan el nuevo boom petrolero de América Latina | Colombia | Infraestructura | Economía

Aunque parezca un contrasentido, en medio de la crisis por el cambio climático que afecta al mundo, la producción global de petróleo aumentará esta década, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

Los expertos proyectan que en los próximos años el mercado internacional continuará demandando una mayor cantidad de crudo, aunque antes de que termine esta década la tendencia va a revertirse, a medida que las energías renovables le ganen terreno a los combustibles fósiles.

Mientras eso no ocurra, el oro negro seguirá haciendo girar los motores de la economía internacional.

En ese contexto, la AIE estima que la producción petrolera mundial se incrementará en 5,8 millones de barriles diarios al 2028 y cerca de una cuarta parte de esa oferta adicional será latinoamericana.

¿Quiénes serán los protagonistas de este nuevo boom?: Brasil, Guyana y en menor medida, Argentina, tres países que están liderando un nuevo capítulo en la producción petrolera de la región.

Atrás quedó la era dominada por naciones como Venezuela, México, Ecuador y Colombia que, por distintas razones, disminuirán su oferta de crudo en el mercado internacional en los próximos cinco años, según la AIE.

“Es muy difícil que esos países reviertan su declive”, le dice a BBC Mundo Francisco Monaldi, director del Programa Latinoamericano de Energía del Instituto Baker de la Universidad Rice (Texas, EE.UU.)

Con unos 800.000 habitantes, Guyana es uno de los países más pequeños y pobres de Sudamérica. O al menos así era, hasta que en 2015 el gigante petrolero estadounidense ExxonMobil descubrió la primera de las reservas probadas de crudo, calculadas en unos 11.000 millones de barriles, en las profundidades del Océano Atlántico.

Aprovechando la pujante demanda de crudo que habrá esta década, la producción en Guyana tiene puesto el acelerador y se cree que para 2028 podría llegar a producir 1,2 millones de barriles diarios.

Si las proyecciones se cumplen, “Guyana se va a convertir en el país que produce más barriles por habitante del mundo, superando a Kuwait”, explica Monaldi.

En ese escenario, Guyana pasaría de ser un país pobre a un país rico (al medir la riqueza per cápita), dado el espectacular aumento que ha tenido su Producto Interno Bruto (PIB), que el año pasado escaló un 57,8% y este año lo hará un 37,2%.

¿Cómo se repartirá esa nueva riqueza de Guyana?, eso es algo hasta ahora incierto. El gobierno ha declarado que intentará evitar los errores cometidos por otros países petroleros en el pasado, aunque con tanta riqueza saliendo a borbotones desde el lecho marino, no será fácil controlar el destino de los recursos generados por el crudo.

Juntos, Guyana y Brasil, serán los principales protagonistas del boom petrolero latinoamericano.

La historia de Brasil también se relaciona con los hallazgos submarinos.

Bajo tres kilómetros de agua y cinco más de roca y sal, el país extrae crudo desde uno de los mayores yacimientos petrolíferos marinos del mundo.

El hallazgo de esos yacimientos presalinos cambió el destino del país, convirtiéndolo en 2017 en el mayor productor de petróleo de América Latina, superando a México, que en ese momento tenía el liderazgo.

Venezuela, que por años fue el ícono petrolero de la región, se encontraba a esas alturas en una crisis tan profunda que su producción se había derrumbado.

Así, en los últimos seis años, Brasil no ha parado de aumentar su producción petrolera hasta llegar a los 2,2 millones de barriles en 2022, lo que le ha permitido convertirse en el octavo productor mundial.

Pero no solo se trata del número de barriles diarios que produce cada país. Tanto Brasil como Guyana producen el crudo de una manera más eficiente y rentable en comparación a otros países.

Y sobre los efectos contaminantes de este combustible fósil, que es uno de los principales causantes de la crisis climática que vive el mundo, ambos países emiten una menor cantidad de CO2 por barril producido frente a la media mundial, argumenta Monaldi.

A medida que muchos países se han comprometido a bajar su nivel de emisiones, es posible que en el futuro este tipo de petróleo tenga una mayor demanda en el mercado.

En tercer lugar está Argentina, que pese a tener una inflación que supera el 100% anual y una crisis de endeudamiento crónica, su producción petrolera (y gasífera) ha crecido en los últimos años.

En el centro de ese desarrollo está Vaca Muerta, un gigantesco yacimiento situado en el noroeste del país que tiene los segundos mayores recursos del mundo de gas de esquisto y los cuartos en petróleo de esquisto.

Ambos recursos son extraídos en un formato «no convencional», como se llama a los hidrocarburos que deben ser extraídos de la roca madre a través de la técnica del fracking (o fractura hidráulica).

Las proyecciones para el desarrollo petrolero del país sudamericano son positivas para la industria.

La AIE espera que la producción supere los 700.000 barriles diarios este año y algunas estimaciones señalan que podría superar el millón de barriles diarios hacia fines de esta década, según la consultora Rystad Energy.

Sin embargo, para después de 2030, las proyecciones apuntan a un descenso porque se espera que la producción petrolera convencional continúe cayendo y que la de esquisto no sea suficiente como para compensarla.

Si el escenario previsto llega a cumplirse, el gran salto comercial petrolero se extendería por pocos años, para luego regresar a niveles más bajos de producción.

También hay que tener en cuenta, dicen los expertos, que la producción no convencional necesita grandes inversiones a largo plazo que requieren garantías de estabilidad en las políticas del sector, algo que en el caso de Argentina, es difícil de predecir.

Los históricos líderes de la producción petrolera en la región se han quedado atrás.

En México la producción alcanzó su punto máximo en 2004 y desde entonces se ha reducido aproximadamente a la mitad.

Para levantarla, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha intentado impulsar el desarrollo de Pemex, la petrolera estatal, pero hasta ahora no ha logrado conseguir los resultados que se esperaban.

Aunque el gobierno le ha dado a la compañía millones de dólares en exenciones fiscales y otras ayudas financieras, la firma no logra repuntar.

Con más de US$100.000 millones de deuda, Pemex es la empresa petrolera más endeudada del mundo.

“Además de ser una empresa con fines comerciales, también opera con fines políticos”, dice Diego Rivera, investigador asociado del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos. “La producción se ha estancado”.

Por su lado PDVSA, la estatal venezolana, ha tenido una caída estrepitosa, estrechamente ligada a la profunda crisis económica y política que afecta al país.

La producción de petróleo venezolano, en su mayor parte pesado y denso, se desplomó desde 3,4 millones de barriles diarios en 1998 a 700.000 en la actualidad.

“Lo que está pasando en Venezuela es un declive brutal que se explica por razones que van desde la negligencia hasta la corrupción”, apunta Rivera.

Mientras, en el caso de Ecuador, las proyecciones de especialistas apuntan a una caída desde los 460.000 barriles diarios actuales a 370.000 en 2028.

Este descenso golpearía fuertemente al país porque su economía depende de los ingresos del petróleo más que ningún otro país en América Latina.

Y Colombia se está moviendo en otra dirección. El gobierno del presidente Gustavo Petro planea avanzar en la transición energética del país, disminuyendo gradualmente la producción petrolera.

Recientemente fueron concedidas licencias para proyectos de energía renovable en la provincia de La Guajira, con la expectativa de que la energía limpia que producirá esa región suministre toda la electricidad que requiere el país.

La idea es que ese tipo de proyectos permitan compensar la disminución de las exportaciones petroleras sin dañar la economía, pero algunos expertos son más bien escépticos de que se logre ese objetivo en los años venideros.

Por lo pronto, se desconoce con qué velocidad avanzará la transición energética en la región y en qué medida el mundo demandará menos petróleo a partir de la próxima década.

“Pero hay demasiados factores que no se pueden controlar”, advierte Rivera, como fue, por ejemplo, la invasión de Rusia a Ucrania o la pandemia de covid.

“De lo que sí tenemos certeza es que la transición energética será desordenada, complicada, y con mucha volatilidad”, agrega.

Pero si se cumplen las proyecciones de la AIE para 2028, no quedan muchos años antes de que termine el punto máximo de la demanda, dando paso a un nuevo escenario en la producción energética mundial.

Para el período 2030-2050, la suerte de Latinoamérica estará estrechamente ligada a lo que ocurra con la demanda de los mercados internacionales.

Si el mundo llega a la meta de cero emisiones netas para 2050, “a la región le va a ir muy mal”, señala Monaldi.

Pero si nos vamos al otro extremo, al escenario que prevé la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, en el que se produce una meseta en la demanda, en vez de un declive, “a América Latina le iría muy bien porque es la región con más recursos petroleros del mundo, después de Medio Oriente”, dice el experto.

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