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Entre el 10 y 16 de mayo de 2018 se cumple un año de la declaración de la hora 00:00 para empezar dos de los paros cívicos más emblemáticos de comienzo de este siglo en Quibdó y Buenaventura.

De los múltiples aspectos que podrían orientar una lectura de la coyuntura de la región Pacífica, que pasan por dimensiones estructurales de la vida, como tener agua de calidad, no acceder a servicios de salud oportunos, no contar con educación de calidad, la escasez de empleo y salarios dignos, la precaria infraestructura vial, y el limitado acceso a medios de comunicación, quisiera destacar un aspecto la ola de movilización social que prevalece en la región.

Mayo de 2017 marcó un hito en los procesos de movilización en el Pacífico. Una época similar ocurrió en la década de 1990 que finalizó con la consecución de una reforma estructural a la distribución de la tierra en el país materializada en la ley 70 de 1993.

De acuerdo a la tradición sociológica que nos permite comprender los movimientos sociales, estos eventos marcan el devenir histórico de la vida de las sociedades en que ocurren. El filósofo camerunés, Achille Mbembe argumenta que:

“Cuando el poder brutaliza el cuerpo, la resistencia asume una forma visceral”

Lo que está sucediendo en el Pacífico, de norte a sur, es un ejemplo de esta expresión.

En septiembre 9 de 2017, argumenté en una reunión estratégica que no debería tomarnos por sorpresa que en los próximos meses se reviviera el espíritu de las movilizaciones que sacaron a millones de personas a las calles en la región, en varias ciudades del país y a movilizar la simpatía de varios países alrededor del mundo.

Los eventos de los últimos días confirman esa predicción. Los diferentes sectores que componen el Pacífico requieren respuestas efectivas que atiendan los aspectos estructurales que requieren solución en este contexto post-acuerdo de Paz con las Farc y en el actual proceso de acuerdo con el ELN. Un reto que se avizora es la reconstrucción de la vida en este contexto. Los cuerpos de los habitantes empobrecidos del Pacífico han sido brutalizados a tal punto que es de esperar respuestas viscerales. Son pueblos desterrados y al vaivén de los grupos armados.

Múltiples noticias lo corroboran. El 1 de noviembre de 2017 se reportaron cercar de 580 indígenas desterrados en el Alto Baudó. Los reportes de heridos en La Delfina, el 3 de noviembre son aterradores.

Los compromisos tras las movilizaciones, en la mayoría de los casos son de rastreo ambiguo. En ambos casos, Quibdó y Buenaventura, en todos los paros y movilizaciones de los últimos 50 años se ha dicho sistemáticamente lo mismo “si no se cumple se vuelve a paro”. Sin embargo, sistemáticamente, se incumple. Por consiguiente, es de esperar que se recompongan las fuerzas y que los pueblos busquen maneras para lograr el cumplimiento de las promesas.

Este es el curso social de estos procesos de movilización. Puede que tome nuevas formas de negociación o que se recrudezcan las que han prevalecido históricamente.

Todo depende de la sabiduría y la pericia de las y los funcionarios de turno. Por consiguiente, es importante que la respuesta institucional de las entidades de este gobierno, a pocas semanas de terminarse, sea lo suficientemente estrategica para que no les supere la coyuntura histórica.

Fuente: Aurora Vergara Figueroa – La Silla Vacía.

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