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La tendencia a elegir un juguete de acuerdo con el género sería más genética que social, según un estudio del comportamiento de chimpancés en Uganda
Tras 14 años de observación en el parque nacional Kibala, dos etólogos estadounidenses, Sonya M. Kahlenberg y Richard W. Wrangham, descubrieron que, cuando las crías de chimpancés juegan con palos, los machos los usan para cavar o golpear, mientras que las hembras los toman en brazos y los acunan.
En el reino humano sucede algo parecido. Las niñitas pasan horas con sus muñecas, recreando escenas de la vida cotidiana ligadas generalmente con la maternidad. Los varoncitos, en cambio, optan por hacer rodar sus autos y camiones, construir con ladrillos de plástico o simular enfrentamientos de policías contra ladrones.
Suele decirse que esto es fruto de estereotipos sociales impuestos a los cachorros humanos desde la cuna. Pero las conclusiones del estudio ugandés darían por tierra con las teorías -en boga desde los años 60 y 70- que atribuyen las diferencias de gustos, comportamientos y roles definidos según el género, como "construcciones" culturales o sociales sin sustento genético alguno.
En el informe publicado por la revista Current Biology, Kahlenberg y Wrangham escriben que "las diferencias sexuales en el uso de palos están relacionadas con un mayor interés de las hembras en el cuidado de las crías, siendo el acto de llevar palos una forma de actuar la maternidad". Estas investigaciones, dicen, "sugieren que una similar diferencia sexual puede haber tenido lugar en el linaje humano y prehumano, al menos considerando nuestra común ascendencia con los chimpancés, mucho antes de que la socialización directa se convirtiese en una influencia importante".
Las feministas pondrán el grito en el cielo.
Pero surge inevitablemente la pregunta sobre si existe o no un determinismo biológico que impone a niños y niñas diferentes conductas ante el juego.
Quizá la respuesta esté en algún punto intermedio, pero lo cierto es que la negación de toda "naturalidad" al orden social humano hace tiempo ha comenzado a ser revisada.
Sin dudas, el estudio de Kahlenberg y Wrangham es un aporte a esta discusión.
La prueba ya había sido hecha con primates en cautiverio. Confrontados a juguetes humanos, las cachorras chimpancés se abalanzaron sobre las muñecas, mientras que "ellos" prefirieron los tractores. Ahora, la observación de los animales en estado salvaje demostró la existencia de un instinto maternal -algo que las feministas a ultranza niegan en la mujer- en las monitas ugandesas, que las lleva a acunar de modo claramente amoroso a sus improvisadas muñecas.
A continuación, la traducción del resumen del estudio:
"Las diferencias de género en los niños en materia de juguetes son sólidas y similares en diferentes culturas. Incluyen la tendencia de las niñas a jugar más con muñecas y la de los varones, con rodados y armas. Este patrón es explicado por la socialización con los adultos y con sus pares (…). La evidencia de factores biológicos es controversial, pero creciente. Por ejemplo, las niñas que fueron expuestas a altos niveles andrógenos fetales tienden a hacer elecciones de juguetes relativamente masculinos. También, al ser confrontadas con juguetes humanos sexualmente estereotipados, las monas hembras en cautiverio juegan, en general, con juguetes típicamente femeninos, mientras que los monos machos lo hacen con los masculinos. Tanto entre humanos como entre primates, las hembras jóvenes muestran mayor interés en los infantes y los machos, en juegos violentos. (…) Aquí presentamos la primera evidencia de diferencias sexuales en el uso de los objetos de juego en primates salvajes, en chimpancés. Encontramos que los ejemplares jóvenes tienden a llevar palos en un modo que sugiere una rudimentaria muñeca y que, como en los niños y en los monos cautivos, este comportamiento es más común en las hembras que en los machos".
