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De The Doors a Lennon: 10 canciones que reflexionan sobre el encierro y la soledad

por Redacción BL
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De The Doors a Lennon: 10 canciones que reflexionan sobre el encierro y la soledad

La música resuena de una manera diferente en este tiempo especial, para casi todas las circunstancias de la vida cotidiana dentro de casa. Valga la obviedad, es una compañía para rellenar el vacío existencial que puede sobrevenir al encierro, y en ese sentido por supuesto que cada gusto elige su banda de sonido personal. De lo que aquí se trata es elegir canciones que por uno u otro motivo -título, frases, sentencias, imágenes, concepto- aluden o bien impactan directo en el monotema de 2020: Aislamiento, cuarentena, distanciamiento, calles vacías, encierro, monólogos interiores, palabras y expresiones que definen estos días extraños. Días extraños, justamente.

Strange days (1967) – The Doors

“Días extraños nos han encontrado / Días extraños nos han rastreado / Van a destruir nuestras alegrías casuales”. La voz grave, levemente procesada, de Jim Morrison resuena sobre la gótica cadencia que impone el omnipresente sonido del sintetizador Moog de Ray Manzarek (marca registrada de la banda). La canción de apenas 3 minutos y pico abre y da título al segundo disco de The Doors, publicado a fines de 1967, cuando el invierno había sepultado -de una vez y para siempre, eso lo sabríamos luego- el llamado “verano del amor” que definió la era hippie en Estados Unidos y desde allí al resto del mundo occidental.

La imagen de la tapa de aquel disco tiene resonancias a la obra de Salvador Dalí, admirado por Morrison, pero alude más directamente a ciertos personajes propios de las películas de Bergman y Fellini (La Strada especialmente). Un trompetista callejero, dos acróbatas, un mimo y un forzudo de circo, dos enanos gemelos y una modelo, ¿posan? en un callejón de Nueva York. El concepto era que esos días extraños de la canción estaban por llegar. “Días extraños nos han encontrado / Y a través de sus horas extrañas, nos quedamos solos”, canta el Rey Lagarto en el final de una canción que suena inquietantemente profética.

Yendo de la cama al living (1982) – Charly García

La imagen poética central de la primera canción que el mundo escuchó de Charly García como solista -después de Sui Géneris, La Máquina de hacer pájaros y Serú Giran, era él y solo él- exime de mayores comentarios. En verdad, lo primero que se oye es un bostezo exagerado que abre paso al golpe marcial de una batería, cuyo sonido está mezclado según cierto estándar de la época. Luego viene un largo monólogo de encierro, alimentado de drogas y paranoia, de alguien que está metido en su propio mundo y que se declara lejos, inclusive, de sí mismo (“no hay señales de algo que vive en mí” aúlla).

Hay variadas imágenes propias del “mundo de cine” en el que se ve a sí mismo, en un contexto personal y social a punto de cambiar fuerte. Era Argentina 1982, entre la guerra de Malvinas y el fin de la dictadura. Era Charly García, a punto de iniciar su década insuperable. “Yendo de la cama al living / sientes el encierro”. Cualquier parecido con esta realidad, es absoluta coincidencia.

Ghost town (1981) – The Specials

Las imágenes de calles vacías en distintas ciudades del mundo que hoy recorren a toda velocidad, medios y redes sociales, encuentra en esta canción escrita en plena era Thatcher de la Gran Bretaña de los 80, una inmediata correlación. “¿Recuerdas los buenos viejos tiempos antes de esta ciudad fantasma?”. La frase resuena en el presente, cuando se añoran todas aquellas cosas que se hacían -en la hoy apreciada normalidad- antes del Covid 19 globalizado.

Una brisa fría que recorre las calles vacías. Una ciudad fantasma en la que todos los clubes han cerrado. Gente sin trabajo. Sentencias incluidas en una canción que fue impacto comercial a la vez que grito de protesta, justo antes de los grandes disturbios civiles del verano del 81 en el Reino Unido. Firmada por la banda que, junto a Madness, encabezó la oleada ska en Inglaterra primero, y en el mundo después (ver Los Fabulosos Cadillacs, si no). El lúcido periodista británico Dorian Lynskey en su libro 33 revoluciones por minuto escribió que la canción, “como todos los grandes registros sobre el colapso social, parece temer y saborear la calamidad”.

Esa noche (1994) – Café Tacuba

Una canción de amor por Chavela Vargas, nada menos. Una especie de bolero en guitarra y mandolina que retoma una idea nada original, pero bellamente expresa aquí: la soledad, ese vacío que atemoriza y atrae a la vez, como única compañera de vida. Esa misma soledad que ahora, en este mismo momento, convive con cientos de millones de personas en cuarentena.

Cuando murió Chavela, Joselo Rangel -guitarrista de la banda a la vez que inspirado narrador- escribió en su habitual columna del diario mexicano Excélsior que la idea central le había surgido en medio de la noche y que pasó varios días hasta terminar de chequear que no había plagiado a “la chamana”, de tanto que reconocía su influencia conceptual. “Trata sobre una persona que, en el momento que su amada lo deja, otra aparece esa misma noche, la soledad”, dice y cuenta además que pensaron en la diva como invitada especial para cantar en el notable Re, segundo álbum de Café Tacuba. “No cantó con nosotros, pero plantó semillas en nuestra mente y corazones que no dejan de florecer”, concluye.

Quarantined (2000) – At the drive in

Un huracán sónico resonó en el medio ambiente del rock a principios de este siglo. Una banda formada por un cantante hijo de mexicanos (Cedric Bixler-Zabala) y un guitarrista puertorriqueño (Omar Rodríguez López) aceleró el pulso del género hardcore -rock ruidoso y tocado a toda velocidad-, a la vez que plantó bandera en una temática que años después, y Donald Trump mediante, cobró actualidad.

At the Drive in venía de El Paso, Texas, en la zona caliente de la frontera entre México y Estados Unidos, allí donde suceden todas las calamidades de la inmigración ilegal. Su disco emblemático que los puso en el mapa de las grandes bandas de la década 00 fue Relationship of Command y contenía una canción profética, bautizada nada menos Quarantined (Encuarentenados). Allí, un par de frases cobran inquietante actualidad, 20 años después: “Sancione este brote: un virus conspira” y más adelante sentencia “los días se convierten en meses”. El efecto de estas palabras gritadas, a caballo de la tormenta eléctrica que desatan bajo, guitarra y batería, estremece.

So lonely (1978) – The Police

No por obvio es menos adecuado para la situación éste, uno de los primeros hits de The Police a fines de los 70, antes del gigantismo y guerra de egos que los habría de separar en la primera mitad de los 80 . “Nadie ha llamado a mi puerta desde hace mil años o más” es una frase clave que ayuda a entender el sentido de una canción evidentemente explícita. Alguien que está, se siente, solo. Escrita por Sting, es la segunda canción del álbum debut del trío, Outlandos d’Amour, se toma con espíritu sardónico el drama de una ruptura amorosa.

No hay mucha sutileza lírica sin embargo y más bien su impacto se asienta en la repetición sistemática de la frase. Queda claro que el tipo está solo y así se siente: a lo largo de dos minutos de variaciones instrumentales, se repite ¡54 veces! La anécdota graciosa alrededor del machaque de la frase, es que en Inglaterra alguna gente no escuchaba So Lonely y pensaba que Sting estaba cantando Sue Lawley, el nombre de una popular presentadora de televisión de la BBC. “En algunos programas la pusieron como un homenaje a Sue, pero no nos quejamos. Las bendiciones a menudo son inesperadas”, recordó Sting.

Isolation (1970) – John Lennon

Al margen de la resonancia actual (“aislamiento” resulta bastante explícito), no hay otra canción que capture tan certeramente el sentimiento que invadía a John Lennon en el año en que el sueño de los Beatles había terminado. Publicada en Plastic Ono Band, su primer disco solista, describe el lado más vulnerable de su personalidad en el contexto de la separación de la banda más famosa de todos los tiempos y como él, en particular, lidiaba con la fama. Parecen sus pensamientos más profundos en soledad, hechos públicos en una canción que contiene el formato de canción-Lennon propio de aquella época: piano, bajo, batería y su voz. “La gente dice que lo hicimos / ¿No saben que teníamos tanto miedo?”.

Es una canción en donde definitivamente se despoja de su piel de Beatles y se revela por primera vez, al tiempo que admite que él y Yoko son como todos los demás, temerosos de estar solos. La curiosidad de la grabación es que Ringo Starr tocó la batería y el bajo estuvo a cargo de Klaus Voormann, amigo de los Beatles desde los días en Hamburgo y diseñador del arte de tapa de Revolver.

Bailando sin salir de casa (1986) – Olé Olé

En medio de tanto bajón existencial de las grandes plumas de la historia del rock, un poco de saludable liviandad pop de la mano de una banda como Olé Olé, clave en un tiempo particular, durante la España pos-franquista de los años 80. Era la “movida” madrileña, cuando Pedro Almodóvar provocaba con sus películas sobre aquel estado de excitación que sobrevino a la muerte del dictador y el ingreso del país a la moderna Europa de los peinados batidos, la ambigüedad sexual y los trajes con hombreras. De todo eso se nutre el espíritu de esta canción que, obvio es citarlo, resulta profética de las fiestas que ahora suceden vía Zoom.

La protagonista, quien canta, nada menos es la diva Marta Sanchez. “El ritmo de mi interior / Me verás sobre la mesa / Con la radio a todo lo que da / mientras tomo una cerveza / girando sin parar”, cuenta la chica platinada y la base electro-funk propia de los 80 todo lo invade con sus vientos simulados a través de un sintetizador. La particularidad de esta canción, pero también del grupo que la interpreta, es que debajo de la espuma de la melodía bailable y la cantante bonita, estaban los hermanos Marcelo y Gustavo Montesano, éste último líder en los 70 en Buenos Aires de Crucis, la gran banda progresiva del rock argentino. Detrás de la escena, el visionario productor-editor-agitador cultural Jorge Alvarez, el mismo que “descubrió” a Charly García con Sui Géneris y publicó a Rodolfo Walsh y Manuel Puig entre otros. Pero esa es otra historia.

Home (1997) – Depeche Mode

Ésta es una confesión de Martin Gore, el “cerebro” de Depeche Mode, sobre el alcoholismo con el que estaba lidiando en ese momento. Pero claro, no era solo él sino toda la banda la que estaba atrapada en la adicción y la consiguiente negatividad que, para completar el panorama, incluía obviamente el abuso de drogas como motor ¿vital? para una banda que en los 90 intentaba explorar nuevos territorios sonoros que la alejaran del mote “tecno” con que habían atravesado la década anterior.

En este contexto, una canción así se percibe como una crónica de la depresión y el vacío que encuentra -a partir del cuarto verso- una posible salida en un pedido de ayuda. “Me estoy ahogando a tiempo a un ritmo desesperado / Y te agradezco por traerme aquí / Por mostrarme casa”. En esta última frase, resuena el sentido de seguridad que brinda un hogar. Un pequeño destello en la oscuridad. Como escribió Gustavo Cerati en otra inspirada, triste y bella canción (Te para tres). No hay nada mejor que casa.

It’s the End of the World As We Know It (And I Feel Fine) (1987) – R.E.M.

El sentimiento expresado entre paréntesis “y me siento bien” contrarresta la sensación alarmista de que estamos asistiendo al “fin del mundo tal cual lo conocemos”. Una de las preguntas que flotan en el aire, aquí y ahora, es cómo será el mundo cuando todo esto concluya. Hay variadas opiniones al respecto, y no viene al caso sumergirse en tan profundos terrenos de reflexión. Al fin y al cabo ésta es una lista de canciones “sobre” los días del aislamiento y distanciamiento sociales recomendados.

A todo ritmo, como la canción de R.E.M. y su repaso de imágenes sueltas, yuxtapuestas en un único concepto que define todo como un gran lío, y que concluye con aquella idea de sentirse bien si se trata de un viejo orden que está terminando. “Esto es genial, comienza con un terremoto” arranca la sucesión de palabras que en mucho se parece al monólogo de Bob Dylan en Subterranean homesick blues, y sigue con un “gobierno de alquiler”, periodistas “desconcertados, engañados, atados, recortados” y “un campeonato de mentiras”. Nihilista pero esperanzadora, la verba del gran Michael Stipe nos alienta a pensar que, tal vez, esté llegando un tiempo mejor. Para sentirse mejor.

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