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La colchoneta de Brair

por Redacción BL

 

Brair tiene 6 años, vive con su mamá y sus hermanos en Buenaventura, en una casita de palafito, en la bajamar. Brair tiene una discapacidad física y psíquica, muy grave. Brair, no tenía una colchoneta y permanecía sobre al piso, con una almohada y una sabanita. 

 

En acuerdo con su mamá, alguien consiguió una colchoneta confortable (hecha en espuma “naranja”). Ahora Brair sigue como antes: con su salud perjudicada, en la casita de palafito, con la marea que sube y baja la basura alrededor. ¿Qué significa tener una colchoneta nueva? 

Pienso algo que le corresponde a lo que es ”curar”. 

 

Buscando en un diccionario, curar significa aplicar remedios, disponer lo necesario a la curación, remediar un mal, sanar. Mirando a la raíz latina (“cura”) llegamos a entender también el curar en el sentido del cuidado, de la solicitud. Por eso curar no es solo sanar sino algo más. 

Sería bueno si después de la cura, la persona siempre se sanara. Pero a veces la enfermedad no se puede sanar. ¿Hay que dejar el cuidado? 

 

Si el cuidado se hace a la enfermedad, para eliminarla, la falta de sanación es una derrota. 

Si el cuidado se hace a la persona, hasta que esta vive tiene sentido el cuidado. Nunca habrá derrota. Sencillamente existe una relación especifica, entre las personas, que se llama “curar”: algo que es muy precioso porque son preciosos los protagonistas humanos que la viven. 

 

La colchoneta nueva no sanará a Brair. Puede ser que su grave enfermedad no le permitirá vivir lo suficiente para necesitar una de un tamaño más grande a la de 1,20×1,20 que actualmente acoge con abundancia su pequeño cuerpo. 

¿Miramos a la colchoneta como algo que la dignidad del ser humano merece? Cierto que sí. Pero hay algo más. En esta colchoneta podemos distinguir el signo de la “cura”, del cuidado en relación con Brair. Solo en la relación con él, descubrimos la preciosidad de su persona, nos enteramos que su presencia nos habla y nos ofrece vida. 

 

La belleza de ser madre no se acaba frente a Brair (con su discapacidad grave) más de lo que podría acabarse frente a sus demás hermanos. Ni la belleza de una amistad, de una presencia, de un compartir. Cuando reconocemos que la vida merece recibir vida, vivimos mejor. También sin colchoneta. 

 

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La colchoneta de Brair

por Redacción BL

 

Brair tiene 6 años, vive con su mamá y sus hermanos en Buenaventura, en una casita de palafito, en la bajamar. Brair tiene una discapacidad física y psíquica, muy grave. Brair, no tenía una colchoneta y permanecía sobre al piso, con una almohada y una sabanita. 

 

En acuerdo con su mamá, alguien consiguió una colchoneta confortable (hecha en espuma “naranja”). Ahora Brair sigue como antes: con su salud perjudicada, en la casita de palafito, con la marea que sube y baja la basura alrededor. ¿Qué significa tener una colchoneta nueva? 

Pienso algo que le corresponde a lo que es ”curar”. 

 

Buscando en un diccionario, curar significa aplicar remedios, disponer lo necesario a la curación, remediar un mal, sanar. Mirando a la raíz latina (“cura”) llegamos a entender también el curar en el sentido del cuidado, de la solicitud. Por eso curar no es solo sanar sino algo más. 

Sería bueno si después de la cura, la persona siempre se sanara. Pero a veces la enfermedad no se puede sanar. ¿Hay que dejar el cuidado? 

 

Si el cuidado se hace a la enfermedad, para eliminarla, la falta de sanación es una derrota. 

Si el cuidado se hace a la persona, hasta que esta vive tiene sentido el cuidado. Nunca habrá derrota. Sencillamente existe una relación especifica, entre las personas, que se llama “curar”: algo que es muy precioso porque son preciosos los protagonistas humanos que la viven. 

 

La colchoneta nueva no sanará a Brair. Puede ser que su grave enfermedad no le permitirá vivir lo suficiente para necesitar una de un tamaño más grande a la de 1,20×1,20 que actualmente acoge con abundancia su pequeño cuerpo. 

¿Miramos a la colchoneta como algo que la dignidad del ser humano merece? Cierto que sí. Pero hay algo más. En esta colchoneta podemos distinguir el signo de la “cura”, del cuidado en relación con Brair. Solo en la relación con él, descubrimos la preciosidad de su persona, nos enteramos que su presencia nos habla y nos ofrece vida. 

 

La belleza de ser madre no se acaba frente a Brair (con su discapacidad grave) más de lo que podría acabarse frente a sus demás hermanos. Ni la belleza de una amistad, de una presencia, de un compartir. Cuando reconocemos que la vida merece recibir vida, vivimos mejor. También sin colchoneta. 

 

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La colchoneta de Brair

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Brair tiene 6 años, vive con su mamá y sus hermanos en Buenaventura, en una casita de palafito, en la bajamar. Brair tiene una discapacidad física y psíquica, muy grave. Brair, no tenía una colchoneta y permanecía sobre al piso, con una almohada y una sabanita. 

En acuerdo con su mamá, alguien consiguió una colchoneta confortable (hecha en espuma “naranja”). Ahora Brair sigue como antes: con su salud perjudicada, en la casita de palafito, con la marea que sube y baja la basura alrededor. ¿Qué significa tener una colchoneta nueva? 

Pienso algo que le corresponde a lo que es ”curar”. 

 

Buscando en un diccionario, curar significa aplicar remedios, disponer lo necesario a la curación, remediar un mal, sanar. Mirando a la raíz latina (“cura”) llegamos a entender también el curar en el sentido del cuidado, de la solicitud. Por eso curar no es solo sanar sino algo más. 

Sería bueno si después de la cura, la persona siempre se sanara. Pero a veces la enfermedad no se puede sanar. ¿Hay que dejar el cuidado? 

 

Si el cuidado se hace a la enfermedad, para eliminarla, la falta de sanación es una derrota. 

Si el cuidado se hace a la persona, hasta que esta vive tiene sentido el cuidado. Nunca habrá derrota. Sencillamente existe una relación especifica, entre las personas, que se llama “curar”: algo que es muy precioso porque son preciosos los protagonistas humanos que la viven. 

 

La colchoneta nueva no sanará a Brair. Puede ser que su grave enfermedad no le permitirá vivir lo suficiente para necesitar una de un tamaño más grande a la de 1,20×1,20 que actualmente acoge con abundancia su pequeño cuerpo. 

¿Miramos a la colchoneta como algo que la dignidad del ser humano merece? Cierto que sí. Pero hay algo más. En esta colchoneta podemos distinguir el signo de la “cura”, del cuidado en relación con Brair. Solo en la relación con él, descubrimos la preciosidad de su persona, nos enteramos que su presencia nos habla y nos ofrece vida. 

 

La belleza de ser madre no se acaba frente a Brair (con su discapacidad grave) más de lo que podría acabarse frente a sus demás hermanos. Ni la belleza de una amistad, de una presencia, de un compartir. Cuando reconocemos que la vida merece recibir vida, vivimos mejor. También sin colchoneta. 

 

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