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¡MILAGRO! ¡MILAGRO!!…

por Redacción BL

Empiezo con una confesión: no me gustan los milagros. Me parecerían una excepción a la naturaleza  humana sin sentido; una preferencia que un dios expresaría por alguien, una huida desde algo que no se consigue vivir. Los que creen en Jesucristo (que en la fe cristiana es Dios) saben que él vivió fielmente la realidad humana hasta la muerte. Dios asumió la debilidad y el límite del ser humano sin excepciones. La resurrección de Jesús después de la muerte, es un evento muy distinto de cada curación, más o menos inexplicable, con la cual nos encontramos en nuestras vidas. Para los creyentes la vida eterna ya no es milagro, sino también parte de la naturaleza humana. 

 

A veces hay situaciones y creencias que nos llaman la atención: hay un accidente vial, dos personas en el mismo carro: una muere y otra se salva… puede ser que los familiares del sobreviviente atribuyen esto a un milagro, pero: ¿el que murió qué?, ¿no le alcanzó el poder al todopoderoso?, ¿no merecía el milagro?, ¿Dios tenía unos desconocidos designios distintos para los dos? Aun más ¿si tanto estaba planeado el milagro, no habría estado mejor evitar “milagrosamente” el mismo accidente? 

 

Dios sale tan raro, desconocido y por fin malo (con preferencias por una persona u otra) de estas preguntas, que creo mejor hablar de causas conocidas o desconocidas, de algo que podemos explicar y algo que todavía no podemos explicar. Sabemos que la naturaleza humana es muy ancha y profunda, ¿es tan raro que pueda pasar algo que no llegamos a entender cómo y por qué pasó?

 

Si en el Hospital de Kennedy, en Bogotá, un equipo de médicos, insistiendo con la maniobras de resucitación, consiguió reanimar a una persona, significa solo que, por los auxilios médicos y la buena constitución física del hombre, esto era posible y sucedió. 

 

Dietrich Bonhoeffer (pastor luterano asesinado en un campo de concentración alemán -1945) decía que hay que poner a Dios en el centro de un mundo adulto, que ya no considera a Dios como solución para los acontecimientos que no se saben entender. Es que las personas religiosas (en el sentido negativo-mágico de la palabra) “hablan de Dios cuando los conocimientos humanos (a veces por pereza) chocan con sus límites o cuando las fuerzas humanas fallan. En el fondo se trata de un deus ex machina que ellos hacen salir a escena para resolver problemas aparentemente insolubles o para intervenir en ayuda de la impotencia humana” (Resistencia y Sumisión, cartas desde la cárcel).

 

Sin milagros, el ser humano se queda, más y mejor, humano: en su verdad y cercanía con Dios y con los demás.

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