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Buenaventura, un puerto sin buen viento y buena mar.

por Redacción BL
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Por: Alejandra Ordóñez Díaz.

 

Hablar de Buenaventura pareciera siempre hablar de problemas. Es como si para el interior del país, todo en esa tierra marchara mal. Y no están tan lejos de la realidad, me duele decirlo. Cada vez que visito el puerto me decepciono un poco más, no de la corrupción o la deshonestidad porque eso pareciera ser un cáncer que ha consumido casi el país entero, me decepciono de la ingenuidad abrupta de un pueblo sin memoria, sin solidaridad, sin empuje, sin colectividad.

¿Cómo se espera que en Buenaventura crezcan generaciones competentes para el mercado laboral si no hay planes de educación sólidos y agresivos? Pareciera que lo único agresivo que se hace desde la secretaría de educación es contestar el teléfono. Que solo el 2% de los recursos de la alcaldía se destinen a la formación de niños y niñas bonaverenses, es llevar la pobreza tatuada. Agresivo también es que las últimas cuatro administraciones que ha tenido Buenaventura, sus alcaldes hayan terminado o muertos o en la cárcel, sin contar los que se quedaron en el camino batiendo una bandera blanca y colgándose en el cuello la responsabilidad de pagar por las porquerías de los que estaban más arriba.

El actual secretario de educación, Janier Jefferson Jiménez, me da la impresión, que es el típico puesto que asignan a “dedo”. Una figura política que necesitan definir dentro de la alcaldía pero que está lejos de ser un funcionario competente para su trabajo. Más allá de sus labores como secretario en los pocos meses que lleva frente al cargo, no conozco más acerca de su trayectoria, pero no me costó mucho decifrarlo con solo escucharlo hablar.

Pasé una tarde entera en las instalaciones de la alcaldía, estructura física, que por cierto, es de un aspecto bizarro y un olor que a uno le da vergüenza ajena. Esperé tres horas y media con la intención que el señor secretario me contestara unas preguntas, un tanto básicas, debo aceptarlo. En general, necesitaba saber qué estaba sucediendo con los recursos de esa administración destinados a los planes de educación, qué es lo que se hace desde el sector público por los niños y niñas de Buenaventura. “Si, tenemos proyectos que se trabajan. Tenemos muchos”, fue la única respuesta del señor secretario.

La frase de cajón con la que un funcionario cualquiera despide amablemente una entrevista. No dudo de los estudios o competencias del señor secretario, dudo, más bien, que realmente esté enterado de lo que sucede en temas de educación en Buenaventura, dudo que tenga autonomía en su puesto, dudo que conozca a profundidad el funcionamiento de una secretaría de educación. No me atrevo a asegurar nada, pero por la manera en que se expresa, por el orden de su oficina, por las tantas recomendaciones que constantemente le hace su secretaria, por el léxico que maneja, solo me atrevo a pensar que está allí para cumplir un papel figurativo lejos de una labor responsable con el estudiantado de Buenaventura.

Espero me equivoque y se haya elegido bien, de lo contrario, la administración actual será solo el reflejo de años y años sin memoria, de mirar con desdén el colectivo para que primen unos intereses individuales que hoy tienen a Buenaventura como sinónimo de pobreza absoluta para el país. Que Buenaventura no se convierta en el negativo de la fotografía de una nación entera tragada por la corrupción y el robo descarado de unos pillos con cara de buena gente; y que el secretario se empape más de la importancia de formar mejor a los niños y niñas que son los responsables de darle un nuevo aire a este puerto, ya sin buen viento y sin buena mar.

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