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Coronavirus hoy mundo: historia del médico anestesiólogo que murió - Política

Coronavirus hoy mundo: historia del médico anestesiólogo que murió – Política

por Redacción BL
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Once metros y una cinta amarilla de ‘No pase’ separaban a Salvador Gutiérrez del carro fúnebre que llevaba a su hermano, el médico anestesiólogo William Gutiérrez Lombana, hacia el horno crematorio. No pudo verlo en el ataúd. No hubo tiempo para un beso, un abrazo o un adiós. A su lado solo estaba su esposa; no había otra cara conocida con quien compartir el dolor.

Sin ceremonia, en menos de dos horas, tuvo que despedir a su hermano, su cómplice, el que le sacaba sonrisas. En la lejanía veía cómo introducían el ataúd al horno, elevó una oración y cayó de rodillas sobre el césped. La tristeza lo venció.

Los cinco hijos de William no pudieron estar allí. Lo lloraron en su casa, mientras cumplían con la cuarentena nacional causada por la pandemia del coronavirus, esa que les quitó a la persona que más amaban: su papá.

La madre del médico le dio el adiós desde Cali. A sus 80 años tuvo que asimilar que una enfermedad que nadie conocía le arrebató a su hijo. “Me tocó mandarle una foto del ataúd a mi mamá no más, y la bandera que me dieron y que cubrió el cofre”, le contó Salvador Gutiérrez a EL TIEMPO.

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Fue el domingo 12 de abril. Un día antes, Salvador recibió una llamada. Le dijeron que su hermano estaba muy mal. “El doctor me aseguró que estaban haciendo todo lo posible, pero me dijo: estén preparados. Y como a las seis de la tarde, más o menos, me llamó y me dijo que había entrado en paro. A los 10 minutos confirmaron que ya había fallecido”, suspira.

Al día siguiente, el personal de salud del Hospital Militar le hizo un sentido homenaje al segundo médico que murió en el país por coronavirus. Las sirenas de las ambulancias se encendieron, siguieron el protocolo y le dieron el adiós al héroe y amigo que daba todo por salvar vidas. Luego pasaron por la Clínica Los Nogales, donde trabajaba, y le hicieron una calle de honor. Todos lloraban. Después, se fueron al cementerio.

El amor eterno

William Gutiérrez era el mayor de tres hermanos. Tenía 59 años. Sigue Julieta, quien es ingeniera industrial; y el menor es Salvador, de 52 años, un abogado y coronel retirado de la Policía.

Su madre se dedicó a la costura en el hogar y su padre, quien fue militar, falleció hace ocho años. William era su orgullo.

Debido a la profesión de su padre, esta familia viajaba mucho. William nació en Cúcuta el 9 de noviembre de 1960. Al poco tiempo su papá fue trasladado a Armenia. Estudió en el colegio San José de Armenia, de los hermanos maristas, y se graduó ocupando el primer lugar y con la medalla de la excelencia.

Sus amigos de infancia lo llamaban ‘Líchiga’. Le decían así porque su mamá le hizo un bolso donde llevaba los libros y con ese nombre conocían a este objeto en la zona cafetera del país.

Desde joven fue un hombre creyente, estaba vinculado a un grupo de jóvenes de su iglesia, donde además tocaba guitarra. Allí, con aproximadamente 14 años, conoció a Gloria. Se gustaban y eran muy amigos, pero al crecer cada uno tomó rumbos distintos.

William se fue a estudiar medicina en Cali, a la Universidad Libre. Vivió con una familia muy conservadora que no lo dejaba salir. Estudiaba de día y de noche y los fines de semana se iba a vender papas al estadio para tener su propio dinero.

Me tocó mandarle una foto del ataúd a mi mamá no más, y la bandera que me dieron y que cubrió el cofre

Cuando se graduó, toda la familia se fue para Cali para que Julieta empezara la universidad. Pero mientras ellos llegaban, William empacaba sus maletas para irse a Popayán a hacer el año rural en el Hospital Universitario San José.

En los últimos meses de su rural estuvo en Inzá, Cauca. Estando allí fue secuestrado por la guerrilla durante dos días. “Se lo llevaron para el monte para curar heridos y al otro día lo devolvieron. Apenas llegó al pueblo y ahí mismo se fue a Popayán, asustado. Cuando terminó su rural lo contaba como algo que fue parte de su profesión: cómo lo retuvieron le tocaba ir obligado, si no lo mataban”, recuerda Salvador.

De allí se fue a Puerto Berrío, Antioquia. Su padre le ayudó a que entrara como médico civil en el Ejército. Y desde ahí supo que quería seguir los pasos de su padre. Así que cuando terminó su contrato se fue para Cali e ingresó a la Fuerza Aérea.

“Mi papá le costeó la carrera en la Fuerza Aérea y empezó como oficial administrativo. Estando allá se graduó con el primer puesto del curso, era muy inteligente”, cuenta su hermano.

Era buen bailarín, le gustaba ir a rumbas en las casas, prender la fiesta, hacer bulla y cocinar. “Todo el mundo lo quería”. Sus compañeros del curso de oficiales iban los fines de semana a comer en su casa.

Cuando salió como teniente se volvió a encontrar con Gloria en Armenia. Ese amor juvenil seguía intacto. Y él, de 23 años aproximadamente, y Gloria, rondando los 21, se casaron en la catedral de esa ciudad. “El matrimonio fue muy bonito”, dicen sus familiares.

Ya casado fue trasladado para Barranquilla. Allá estuvieron cerca de dos años y allá nació su hijo Sergio.

Queriendo seguir su carrera como médico, William llegó a Bogotá para hacer una especialización en anestesiología en el Hospital Militar.

La familia se empezó a agrandar. Tuvieron a Daniel y a Miguel. Cuando terminó el posgrado, trabajó en la base aérea de Catam y también en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Militar. Y luego ingresó como profesor de anestesiología en la Universidad Militar.En el año 2001 nació Clara, su única niña. Gloria, economista de profesión, se dedicó a cuidar a la familia.



El médico Willaim Gutiérrez fue trasladado al Hospital Militar y allí murió.

Como militar fue ascendiendo y como médico se volvió cada vez más experto. Trabajaba como jefe anestesiólogo en varias UCI. En 2008 nació su hijo más pequeño.

Su hermano lo recuerda como un hombre humanitario: “con la esposa, le daban mercados a la gente necesitada. En el trabajo, si los viejitos no tenían pañales, él se los daba. Y a los pacientes que estaban mal, iba y les hacían mercado”.

Al obtener el grado de coronel pidió el retiro y empezó a trabajar en la clínica y en la Universidad de El Bosque.

“Muchos pacientes me han llamado agradecidos porque salvó a muchas personas. Él siempre quería ayudar, no solo lo digo porque ya no esté», dice Salvador. Trabajaba sin descanso. En la consulta celebraba sus cumpleaños si caía un día entre semana. Su esposa le llevaba una torta y así lo festejaban. El fin de semana iban a almorzar en familia.

“Siempre fue muy responsable. Las enfermeras y médicos le pedían conceptos a él. Cuando se moría un paciente a él le dolía mucho. Es algo muy duro porque en la UCI usted está entre la vida y la muerte: él siempre vivió eso. Le apasionaba su carrera, el hombre era apasionado”, señala Salvador.

Después ingresó a trabajar en la Clínica Los Nogales, en el Centro Policlínico del Olaya y en la Clínica de la Policía, lugares donde ejerció hasta sus últimos días.

Años atrás, la familia compró una casa de descanso en Carmen de Apicalá, cerca de Bogotá, a donde iban algunos fines de semana o a pasar fin de año. Así fue el 20 de diciembre de 2017.

Gloria, sus hijos y un sobrino se fueron sobre las 7 de la noche para la casa de descanso. Hacia las 10:30 p. m., un kilómetro antes de llegar al peaje de Chinauta, Gloria perdió el control del carro y se volcó. Ella quedó inconsciente; su hijo, quien estaba estudiando medicina, la auxilió y le sacó coágulos de sangre de la boca. De ahí la trasladaron al Hospital de Fusagasugá.

“Mi hermano, esa noche, estaba trabajando en el Hospital Militar y pidió una ambulancia para traerse a la señora a Bogotá. Ella necesitaba un anestesiólogo intensivista y él mismo la intubó», cuenta. Pero no lograron salvarla. El mismo William tuvo que decirles a sus hijos que la mamá tenía muerte cerebral. Falleció el 24 de diciembre.

QEPD – Dr. William Gutierrez

Tras el trágico suceso, William siguió trabajando y estando pendiente de sus hijos.

“Él siguió su vida trabajando, pero siempre con una tristeza en sus ojos por el amor de su vida. Siempre hablaba de ella. Que Gloria esto, que Gloria lo otro”, relata el hermano.
Dos hijos de William siguieron sus pasos profesionales. Incluso, uno también es anestesiólogo.

Él siguió su vida trabajando, pero siempre con una tristeza en sus ojos por el amor de su vida. Siempre hablaba de ella. Que Gloria esto, que Gloria lo otro

Hace casi cuatro meses, cuando el mundo empezó a oír de la epidemia, ahora pandemia, que azotaba a China, William habló con sus allegados de la inminente aparición de un enemigo que era desconocido y que podía cobrar la vida de miles de personas. En todas esas semanas, ya cuando era claro el riesgo que representaba el coronavirus, siempre estuvo cumpliendo con el deber de salvar vidas.

A finales de marzo, estando en el Policlínico del Olaya, se empezó a sentir mal y pidió permiso para irse a la casa. “Se acostó, pero le empezó una tos muy fuerte y se fue para el Hospital Militar. Allá le dijeron que tomara unos medicamentos. Entonces se devolvió para la casa. Pero al otro día se devolvió para al hospital porque ya estaba deshidratado. Lo metieron a la UCI, lo atendieron los compañeros de él y prácticamente lo sostuvieron 15 días, pero se complicó de los riñones, de la parte cardiovascular y falleció”, cuenta Salvador, seguido de un largo silencio.

Días antes, los hermanos hablaron. William también habló con sus sobrinas: “Prácticamente fue una despedida”.

El 26 de marzo, un día antes de que lo ingresaran a la UCI, Salvador volvió a hablar con él. «No hablaba claro, tenía tos. Le dije: hermano, cuídese mucho”.

Después de eso quedó totalmente aislado. Tenía un celular, pero ya no quería comunicarse. Habló con la tía de sus hijos, que era quien los cuidaba, y se despidió. “Él sabía que se iba a morir ya”, señala Salvador.

Él dice que ese 11 de abril, cuando recibió la llamada que tanto temía, tal vez tuvo una parte no tan triste. Está seguro de que William logró lo que esperaba desde el accidente del 2017: reencontrarse con Gloria, el amor de su vida.

LUISA MERCADO
REDACCIÓN POLÍTICA
Twitter: 
@LuisaMercadoD
Instagram: @luisamercado1



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