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Los cambios que ya trajo la pandemia a la cotidianidad | Economía

por Redacción BL
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El efecto que tendrá el coronavirus en las empresas en el largo plazo | Economía

A lo largo de la semana pasada, Colombia alcanzó tres nuevos hitos en lo que respecta a la pandemia derivada del covid-19: superó el medio millón de contagiados, registró el día con más fallecidos y contabilizó a más de 350.000 personas recuperadas de la enfermedad. Cualquiera de esas cifras nos ubica en la parte de arriba de las clasificaciones mundiales, a pesar de completar cinco meses de restricciones estrictas.

(Coronavirus evidenció la fragilidad de los sistemas pensionales). 

No obstante, todavía es muy temprano para sacar conclusiones. Tal como se encargó de recordarlo Bill Gates en una entrevista que sostuvo el jueves con Zanny Minton Beddoes, la directora del semanario The Economist, si todas o parte de las seis vacunas que están entrando en su última fase de pruebas son exitosas, solo a finales del próximo año podría decirse que la emergencia empieza a quedar atrás. Eso implica que falta mucho trecho antes de levantar la guardia.

(Bogotá levanta cuarentenas sectorizadas en dos localidades). 

Pero así como en el campo de la salud la lucha no termina, en otras áreas comienzan a verse cambios fundamentales que muestran cómo el coronavirus aceleró ciertos procesos, varió las costumbres y alteró la vida de centenares de millones de personas en los cinco continentes. El tapabocas, para citar un ejemplo sencillo, es una prenda obligatoria ya sea Popayán, Ciudad del Cabo, Bucarest, Karachi, Canberra o Kuala Lumpur.

Es indudable que algo de esa nueva normalidad será temporal, como sucede con aislarse y evitar la cercanía física de aquellos que no pertenecen al círculo familiar. Tarde o temprano la gente volverá a la calle, irá a conciertos, espectáculos deportivos o podrá subirse a en un avión sin aprehensiones. En otros casos, sin embargo, no habrá un regreso al pasado.

(Brasil, el segundo país más afectado por Covid, sin ministro de Salud). 


Desde el comienzo de la crisis, los expertos en tendencias identificaron los sectores en los cuales vendrían transformaciones profundas: la manera de trabajar, de estudiar, de hacer una operación financiera, de ir a una consulta médica o de habitar un espacio. Las cuarentenas mandatorias, que afectaron a tres de cada cuatro habitantes del
planeta, hicieron obligatorio el ajuste.

La reconfiguración sucedió casi de la noche a la mañana y Colombia no fue la excepción. Como señala Roberto Moreno, presidente de la firma edificadora Amarilo, “para una gran cantidad de personas, vivienda, ocupación y esparcimiento coincidieron en el mismo lugar”.

REDES Y NUBES

El primer efecto de lo sucedido se vio en el uso de internet, ya sea a través de dispositivos fijos o móviles. Telefónica Movistar reporta que, en su caso, el consumo de datos a través de redes como la fibra óptica muestra incrementos del 70 por ciento en lo corrido del año, mientras que en lo correspondiente a celulares el avance es del 30 por ciento.

La compañía subraya que la mayor utilización –entre 70 y 80 por ciento– corresponde a aplicativos de video sobre Netflix, Facebook o Google Video. Por su parte, lo que se conoce como aplicaciones de productividad o conectividad, como Zoom, Teams, Meet o tantas otras, registran un salto superior al 1.000 por ciento, si bien representan entre 2 y 3 por ciento de los tráficos totales.

Adicionalmente, ahora los usuarios del servicio hablan más. Las llamadas promedio de voz han pasado de 90 a 140 segundos, durante la pandemia, sostiene la empresa.

Y aunque parte de eso se puede revertir cuando se pueda volver a transitar con libertad por la calle, el giro es mayúsculo.

“Yo creo que esta pandemia en términos de digitalización nos llevó a un punto de inflexión, pues la penetración de algunos servicios y usos de los mismos se quedan para siempre”, afirma Fabián Hernández, presidente de Telefónica Movistar. “En estos meses logramos lo que no hubiéramos conseguido en cinco años”, agrega.

Es evidente que la pantalla de un aparato es el medio a través del cual la mayoría de los ciudadanos se relacionan hoy con el mundo exterior. Ello comprende tanto el entretenimiento como los contactos con extraños o conocidos, pero lo más novedoso es el teletrabajo.

La práctica de laborar a distancia venía de antes. Un estudio del 2018 calculó que 122.718 colombianos estaban empleados bajo esa modalidad. Si bien la cifra era cuatro veces más alta que la de 2012, apenas representaba cerca del 0,6 por ciento de la población ocupada.

Todavía no hay información consolidada, pero todo indica que esa realidad es radicalmente distinta hoy. Un documento de la Federación Colombiana de Gestión Humana indicó que, en junio, 98 por ciento de las empresas afines a la práctica estaban operando a través del trabajo remoto y que tres cuartas partes pensaban mantener la modalidad, al menos de manera parcial, una vez superada la pandemia. Eso se traduce en una buena porción de cerca de siete millones de plazas formales.

UN ASUNTO DE ESPACIO 

La nueva circunstancia viene acompañada de otros desafíos y comportamientos. Incontables hogares se vieron obligados a mejorar su conectividad y adquirir portátiles o tabletas, aparte de los que pudieron llevar el que tenían en su cubículo. En general, las personas dicen que trabajan más que antes, pues ya no importa la jornada usual a la hora de responder un mensaje de chat, enviar un archivo o conectarse a una reunión virtual.

Las aristas que surgen de los cambios asociados al confinamiento son múltiples. Aquí y en el resto del mundo es válido preguntarse si el modelo de levantarse todos los días para ir a una oficina y al final de la tarde retornar a casa seguirá vigente.

Cada empresa u organización se encargará de dar la respuesta, pero desde ya es posible afirmar que las estructuras rígidas del pasado solo se respetarán en un puñado de segmentos, comenzando por la burocracia estatal. En el resto, la flexibilidad y la semipresencialidad serán la norma.

Dicha perspectiva varía radicalmente la aproximación hacia desafíos como el transporte y la movilidad públicos. Si bien los atascos de tráfico no desaparecerán, los atascos deberían ser menos frecuentes, al igual que las congestiones de personas.

Parte de esa previsión recae en que la manera de ir de un lugar a otro es distinta. En China, por ejemplo, subieron las ventas de vehículos automotores, pero en Colombia lo que se ve es una compra de bicicletas mucho mayor, que puede llevar a una escasez de inventarios a finales del año.

No menos interesante es lo que sucede en el mercado de la vivienda. De acuerdo con Camacol, las ventas de unidades nuevas en el país se desplomaron a 5.543 unidades en abril pasado –menos de la mitad del promedio histórico–, cuando la mezcla de incertidumbre e imposibilidad de los compradores de asistir a las salas de negocio oscurecieron las perspectivas del sector.

Ahora las cuentas son otras. Los datos preliminares hablan de 15.000 unidades en julio, cerca de los niveles de un año atrás. Sandra Forero, presidenta del gremio, señala que “la vivienda social es el segmento de mejor dinamismo, pues actualmente representa cerca del 70 por ciento de las ventas y ha sido el de mayor recuperación en los últimos meses”.

Cualquier observador podría pensar que esa mejoría era improbable, dado el salto en la desocupación. David Ferrer, quien acaba de adquirir un apartamento de interés social en construcción, ubicado en Lagos de Torca, en Bogotá, cuenta que “quería más tranquilidad y saber que voy a ver verde desde mi ventana”. Tatiana Carvajal, que se apuntó a otra unidad en el mismo proyecto, dice que “puede ser que esté en la ciudad, pero se siente como una zona campestre”.

En ambos casos, uno de los factores que influyó en la decisión fue la certeza de que hay otras consideraciones en juego, aparte de la distancia del lugar de trabajo –que ahora es menos relevante– o del precio, sin desconocer la importancia de los subsidios gubernamentales. Quienes tienen que ver con el diseño dicen que ahora la gente opta por sacrificar área en las habitaciones en beneficio de las zonas comunes, y que tanto luz natural como ventilación son requisitos indispensables.

TODO A UN CLIC 

Otras expresiones confirman cómo han cambiado las cosas. La Cámara Colombiana de Comercio Electrónico informa que, desde el inicio del periodo de aislamiento, las operaciones del renglón aumentan a un ritmo semanal del 11 por ciento. Si antes los hogares eran tímidos para hacer sus pedidos por internet, ahora ha tenido lugar una masificación de esa práctica.

En la actividad financiera también es notoria la evolución hacia lo digital. Para comenzar, los programas de apoyo destinados a la población más vulnerable, como es el caso de ingreso solidario, han incrementado en cerca de 1,5 millones de personas el número de individuos bancarizados, con lo cual se superaron las metas del cuatrienio.

Casi 30 millones de adultos cuentan al menos con una cuenta de ahorros.

Aparte de lo anterior, el uso de canales digitales se disparó. Según Asobancaria, el promedio en los primeros días de julio frente a una jornada normal mostró un salto del 192 por ciento en la utilización de la banca móvil y del 187 por ciento en la de internet. Eso equivale a más de tres millones de operaciones diarias en las cuales se transan cerca de 11 billones de pesos cada 24 horas, el doble que en las oficinas.

Tampoco se escapa de lo sucedido el ramo de la salud. Santiago Salazar, CEO de seguros Banmédica, cuenta que en el caso de la EPS Colmédica, “el servicio de telemedicina con ficha médica electrónica, seguridad de datos, video y agendamiento, es decir, no solo una videoasistencia o videoconsulta, venía teniendo un uso mensual en nuestro caso de menos de 500 citas. En julio fueron 29.000”.

Algo similar sucedió en Chile y Perú, señala el ejecutivo. Ello confirma que los cambios que se registran en Colombia no se diferencian tanto de lo que pasa en otras naciones, así la cobertura de la banda ancha sea mucho menor que en las sociedades desarrolladas.

Al ser interrogado sobre si cree que las personas volverán a asistir a los consultorios, Salazar dice que algo de eso sucederá y que ciertas visitas son irremplazables, pero que en muchos casos la practicidad se acabará imponiendo. “Hay gente que ya se da cuenta de que no vale la pena gastarse horas en desplazamientos si puede ver al doctor con más tranquilidad desde su casa”, dice.

Una última categoría que también aceleró el uso de los canales virtuales fue la educación. Así sea a regañadientes, los estudiantes de todas las edades en Colombia asisten a clase, hacen tareas y entregan trabajos usando medios electrónicos, con excepción de aquellos que no cuentan con los aparatos o la cobertura requerida.

Lo ocurrido pone de presente la brecha digital que afecta casi a la mitad de los hogares del país y ha alimentado el debate sobre los costos en materia de calidad de la enseñanza, aparte de la pérdida en desarrollo de habilidades sociales y estabilidad emocional. Es previsible que cuando los peligros de la presencialidad bajen habrá un retorno masivo a las aulas, aunque también aquí la virtualidad será mucho mayor que antes, lo cual concierne sobre todo a las universidades.

Queda claro, entonces, que la realidad como la conocíamos no volverá a ser la misma. No se trata solamente de los enfermos del covid-19, de las repercusiones económicas o de lo que pase con la política.

También las secuelas de la pandemia comienzan a notarse en la vida diaria de los colombianos. Más allá de cruzar los dedos para que esta pesadilla termine pronto y retornen los placeres simples de otras épocas, hay que aceptar que el mundo a primera vista nos puede llegar a parecer igual. Pero es y será distinto.

Ricardo Ávila Pinto
Analista Sénior
Especial para El Tiempo
En Twitter: @ravilapinto

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