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Coronavirus en Colombia: ¿Salir o no salir? / Voy y vuelvo – Bogotá

por Redacción BL
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Coronavirus en Colombia: ¿Salir o no salir? / Voy y vuelvo - Bogotá

No salir, sin duda. Ese ha sido, hasta el momento, el mejor antídoto para que Bogotá y el país en general puedan mantener unos números de contagio y muertes relativamente aceptables. Lo que no quiere decir que siga siendo así.

Todo dependerá de las pruebas, los análisis y el estricto control que se siga haciendo para afrontar la pandemia. ‘Quédate en casa’ sigue siendo la frase de combate en la que tenemos que escudarnos.

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Pero vaya y dígales eso a las personas que tienen en riesgo su pequeña empresa y que prefieren no endeudarse con más créditos. Vaya y dígale eso al peluquero o la manicurista que se las está ingeniando para volver con sus clientes. Vaya y dígale eso a la mujer agredida por su compañero y no ve la hora de irse de la casa. Vaya y dígale eso al padre o la madre a quien ya no le basta con la ayuda del mercado, sino que exige y reclama su derecho a la libertad.

Este lunes habrá algo de apertura. Miles de trabajadores de la construcción y pequeños empresarios del mercado de la bici podrán volver a los suyo bajo estrictos protocolos de seguridad.

Lo mismo esperan los manufactureros, que son otros miles. Será un buen experimento para medir la capacidad de la ciudad y sus autoridades para evitar el contagio mientras se normaliza parte de la vida. Solo el tiempo lo dirá.

Lo que sí está resultando contraproducente es la polémica desatada, una más, entre la alcaldesa Claudia López y el presidente Iván Duque.

Si se decantan la susceptibilidad y el tono de desconfianza, o como se quiera llamar, encontraremos que en el fondo a ambos mandatarios les asiste el mismo objetivo: preservar la vida de las personas. Yo prefiero quedarme con esa sensación. Lo contrario sería admitir de una vez que hay un cortocircuito entre gobiernos locales y nacionales, como si nos faltaran problemas.

Cómo es posible, pregunto yo, que para el tema de la construcción y manufacturas no haya habido una consulta previa. La alcaldesa se declara sorprendida de las decisiones del Ejecutivo, pues ella llevaba semanas analizando el asunto. Y el Ejecutivo, por su parte, asegura haber gastado también mucho tiempo pensando en escenarios para la toma de decisiones, según el secretario de la Presidencia, Diego Molano.

El pequeño detalle es que no hubo cruce de información ni evaluación de escenarios ni una voz unificada. Si así hubiese sido, la ciudadanía no tendría hoy la idea de que aquí alguien está cañando y, de paso, disminuiríamos la incertidumbre de miles de familias. Honestamente, sigo manteniendo la percepción de que la alcaldesa y el Presidente han actuado de la mejor forma.



Empleados del Distrito realizan labores de limpieza y desinfección en la plaza de la iglesia de Lourdes, en Bogotá. El Ejército también ayuda.

Foto:

Milton Díaz. EL TIEMPO

Cada uno con las presiones obvias que se desprenden de una situación como la que vivimos. Creo, además, que sus argumentos han sido justos y honestos. Por lo mismo, no alcanzo a entender la razón por la que un tema tan decisivo como abrir sectores productivos de manera gradual haya pasado de ser una luz de esperanza a convertirse en un nuevo campo de batalla y confusión.

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Si los números están, si los escenarios están, si, como han repetido ambas partes, lo que ha habido es “entendimiento y respeto”, ¿por qué aquí nada de eso parece reflejarse? En fin.

Pero quiero volver al tema inicial de la gente, y es algo que de verdad empieza a preocuparme. Yo estoy convencido de que, como lo han explicado connotados analistas en este mismo periódico, la emergencia global fruto del covid-19 nos ha mostrado la fortaleza del Estado, de las instituciones y de los gobiernos.

Ha sacado a relucir, en buena medida, la mejor parte de nosotros, no importa la posición que ocupemos en la escala social. La señora humilde que, escoba en mano, rechazó un mercado “porque es que yo ya tengo… mejor déselo a él”, es absolutamente conmovedora.

Eso es lo que somos la mayoría de los colombianos. Esos mismos expertos advierten, sin embargo, que cuando esto pase, habrá ocurrido una de dos cosas: o salimos fortalecidos como sociedad y como democracia o la pandemia arrastrará sociedades enteras hacia gobernos más autoritarios y déspotas, incluyendo América Latina. ¿Qué preferimos nosotros?

Eso me lleva a una reflexión final: ¿cuál ha sido el papel de los ciudadanos en esta emergencia? ¿Hacer caso? ¿Acatar las normas? ¿Decir sí o decir no? ¿Es eso suficiente? No se nos ha convocado a nada distinto. Excepto a seguir órdenes, vigilar a los hijos para que atiendan la clase de turno y adoptar protocolos de sanidad en nuestros hogares.

No es un reclamo, es apenas una inquietud que, me temo, está relacionada con esa sed de libertad que aquellos que no tienen las comodidades que tenemos otros reclaman con justificada razón.

La gente no siente que esté participando en nada constructivo. Escucha al Presidente y a la Alcaldesa. ¿Y? Cabe reconocer que al menos desde Planeación Distrital se les pregunta a las personas hacia dónde deberían reenfocarse los programas de gobierno dada la actual coyuntura.

En Inglaterra y en Francia, por el contrario, leía esta semana que miles de ciudadanos fueron convocados para que ayudaran como voluntarios en la entrega de ayudas a personas vulnerables. Acatando, por supuesto, una serie de disposiciones para que no se pusiera en riesgo su integridad física.

Pienso, ingenuamente, que desde la alcaldía podría incentivarse a que la gente participe más. Al menos en ayudar a los de su barrio. No tengo idea de cómo. Pero Xinia Navarro, la secretaria de Integración, me puso los pies en la tierra: acá hay 314 barrios en pobreza extrema y 74.000 familias a las que hay que llevarles ayuda puerta a puerta. Y hay protestas, que pueden lesionar a uno de esos voluntarios. Ni siquiera a los funcionarios se les puede obligar a participar. Qué le vamos a hacer.

Por lo pronto, mi sugerencia respetuosa es bajarles a la controversia y a esas frases altisonantes que lo único que consiguen es aumentar la incertidumbre de las personas.

Suficiente tenemos con las muertes que está dejando el coronavirus y con nuestro propio miedo para que ahora nos pinten un apocalipsis peor por cuenta de la falta de consensos mínimos entre gobiernos. Y, sobre todo, cuando lo único que hemos hecho las personas comunes y corrientes es eso: hacer caso.

¿Es mi impresión o… más de un estudiante y un profesor parecieran estar cansados con eso de las clases virtuales?

ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
En Twitter: @ernestocortes28
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